martes, 31 de mayo de 2016


NARRATIVA RUBEN DARÍO
MODERNISMO  






 máximo representante del modernismo literario en lengua española.
Es llamado príncipe de las letras castellanas.

Gracias a él se emitió en Nicaragua la primera ley que autorizaba el divorcio, a finales del siglo XIX.  Inútil es decir que la huella de su poesía, encerrada en obras como Azul… y Prosas profanas  se encuentra en la de autores tan significativos como Pablo Neruda y César Vallejo, y que su influencia sobre la lengua y la tradición poética española dieron lugar a productivos movimientos de rechazo que, paradójica e inevitablemente, siempre volvieron a él como símbolo del poeta, del ciudadano y del hombre de su era.

 En realidad, Darío, tanto en su obra como en su proyección política, trascendió las dimensiones que se le han atribuido para dar lugar a una fuerte conciencia de lo hispanoamericano.  El movimiento reivindicador de la iden­tidad, que ha hecho correr tinta durante estos últimos años, tuvo, en su mo­mento, al más ferviente impulsor en Rubén Darío.  Su noción de identidad era, a diferencia de las que se esgrimen en nuestros días, mucho más abarcadora e inclusiva, pues enfatizaba los rasgos comunes más que las dife­rencias entre individuos de distintos orígenes.




Darío y sus contemporáneos iniciaron la construcción de un discurso propio y de un yo-cultural latinoamericano, representado por una gramatología, un sistema o colección de textos que marcaría el lugar de América Latina dentro del panorama literario, sin colocarla en situación de dependencia o subordi­nación.  Indiquemos que el término “gramatología” no se refiere solamente a la “ciencia de la escritura” delineada por Derrida (13-14), sino al sistema resultante, que es el grupo de textos representativos de una cultura. Gordon Brotherston explora esta idea a profundidad en su artículo “Towards a Grammatology of America: Lévi-Strauss, Derrida and the native New World text” (Literature, Politics and Theory). Esta gramatología daría lugar a una nueva voz, impulsada por el indivi­dualismo y la fe en el poder de las palabras, cuyo destino era presentar un con­trapeso artístico y cultural del cual emergería la identidad latinoamericana.

Rubén Darío, contribuyente vital en este proceso, estableció en su obra el sistema que regula y determina el valor de la  produc­ción literaria como respuesta a la anáfora cultural.  Al declarar “Mi poesía es mía en mí” (Profanas 10) establece la importancia de la creación individual; la exhortación “Ama tu ritmo y ritma tus acciones” 


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