NARRATIVA RUBEN DARÍO
MODERNISMO
Es llamado príncipe de las letras castellanas.
Gracias a él se emitió en Nicaragua la primera ley que autorizaba el divorcio, a finales del siglo XIX. Inútil es decir que la huella de su poesía, encerrada en obras como Azul… y Prosas profanas se encuentra en la de autores tan significativos como Pablo Neruda y César Vallejo, y que su influencia sobre la lengua y la tradición poética española dieron lugar a productivos movimientos de rechazo que, paradójica e inevitablemente, siempre volvieron a él como símbolo del poeta, del ciudadano y del hombre de su era.
En realidad, Darío, tanto en su obra como en su proyección política, trascendió las dimensiones que se le han atribuido para dar lugar a una fuerte conciencia de lo hispanoamericano. El movimiento reivindicador de la identidad, que ha hecho correr tinta durante estos últimos años, tuvo, en su momento, al más ferviente impulsor en Rubén Darío. Su noción de identidad era, a diferencia de las que se esgrimen en nuestros días, mucho más abarcadora e inclusiva, pues enfatizaba los rasgos comunes más que las diferencias entre individuos de distintos orígenes.
Darío y sus contemporáneos iniciaron la construcción de un discurso propio y de un yo-cultural latinoamericano, representado por una gramatología, un sistema o colección de textos que marcaría el lugar de América Latina dentro del panorama literario, sin colocarla en situación de dependencia o subordinación. Indiquemos que el término “gramatología” no se refiere solamente a la “ciencia de la escritura” delineada por Derrida (13-14), sino al sistema resultante, que es el grupo de textos representativos de una cultura. Gordon Brotherston explora esta idea a profundidad en su artículo “Towards a Grammatology of America: Lévi-Strauss, Derrida and the native New World text” (Literature, Politics and Theory). Esta gramatología daría lugar a una nueva voz, impulsada por el individualismo y la fe en el poder de las palabras, cuyo destino era presentar un contrapeso artístico y cultural del cual emergería la identidad latinoamericana.
Rubén Darío, contribuyente vital en este proceso, estableció en su obra el sistema que regula y determina el valor de la producción literaria como respuesta a la anáfora cultural. Al declarar “Mi poesía es mía en mí” (Profanas 10) establece la importancia de la creación individual; la exhortación “Ama tu ritmo y ritma tus acciones”