martes, 26 de abril de 2016


MITO DEL DUENDE DE AGUIL 


Cuenta la historia que los duendes y zánganos infernales salían de las montañas y espesuras boscosas del Agüil para pasearse y visitar las dos calles que en ese entonces habían en Aguachica.


 Es así como Miguel Ángel Ballona abuelo de doña Rebeca Martínez (1923) vio al frente de don pacho Pérez, donde habían unas paredes, un hombrecito extraño que venía caminando a paso lento; cuando el sujeto comenzó a acercarse al abuelo le empezaron a temblar las piernas entumeciéndose de miedo, el duende lo miró de frente y cabizbajo siguió su camino por la calle, en eso el abuelo decidió seguirlo, pues la curiosidad lo obligaba, el hombrecito llegó hasta el Bosque y fue allí donde los perros al verlo comenzaron a aullar fuertemente, lo que asustó y desapareció al duende.


El abuelo al ver esto, apresurado corrió hasta su casa que quedaba cerca del Bosque y tocó la puerta para que le abrieran, una vez adentro se desmayo quedando privado hasta el otro día y al despertar contó lo que le había pasado; días después volvió a aparecerse, pero esta ves a Pedro Badillo, Zenén Guerrero y a Juan Manuel Amaya que creyeron también en el hombrecito, pues se burlaban y decían que era puro cuento del abuelo.
Autor: Rebeca Martínez


LEYENDAS CORTAS DEL CESAR :



El Silborcito: 



Un espanto contra los niños. 
Es un enano, usa un saco de grandes bolsillos y un sombrero más grande que su propio cuerpo que usa para llevarse a los niños que encuentra de ambulando solos por la calle, especialmente a medio día, cuando el sol esta caliente





El Doroy: 



Cuentan los habitantes de todos los ríos que atraviesan Valledupar, que durante los grandes inviernos en esas crecientes inmensas que se salen del cauce, suele bajar hacia los mares, una culebra tan inmensa, que quien le ve la cabeza casi nunca puede verle la cola.

Es el doroy, lleva sobre su cabeza un par de cuernos, posee barba como la de chivo, y emite además un canto igual al del gallo, pero quien la oye no puede volver a dormir hasta cuando pase la creciente.

Es signo de desgracia si se le ve la cola, pero es buena señal para quien le ve la cabeza, la mujer embarazada que oye una doroy parirá un macho cantor. Además creen los vallenatos que cuando la doroy suba del mar hacia la Sierra Nevada por los ríos, esta será la primera señal del fin del mundo.



LEYENDA FRANCISCO EL HOMBRE


Narra la leyenda que una noche al regresar Francisco después de una parranda de varios días y al ir hacia su pueblo, para distraerse en la soledad de la noche, abrió el acordeón y, sobre su burro, como era usual en aquella época, empezó a interpretar sus melodías; de pronto, al terminar una pieza, surgió de inmediato el repertorio de otro acordeonero, que desafiante trataba de superarlo; de inmediato Francisco marchó hacia él hasta tenerlo a la vista; su competidor, para sorpresa, era Satanás, quien al instante se sentó sobre las raíces de un árbol, abrió su acordeón, y con las notas que le brotaban hizo apagar la luna y todas las estrellas.

El mundo se sumergió en una oscuridad tal, que sólo los ojos de Satanás resplandecían como tizones.

 Sus notas eran las de un gran maestro; algunos dicen que de ese encuentro nació el canto del Amor-Amor, pues Francisco, dueño de grandes virtudes y poseído de mucha fe, lejos de acobardarse con la abrasadora oscuridad, abrió su acordeón e hizo sonar tan hermosa melodía y la magia de la misma devolvió la luz a la luna y a las estrellas, infligiendo mucho temor del demonio.


 Después clamó a Dios y entonó el Credo al revés con la potencia de su voz, de tal suerte que el demonio, vencido, exhaló un terrible alarido y con su acordeón a rastras huyó hacia las montañas donde se perdió para siempre.


LEYENDAS DEL DEPARTAMENTO CESAR



LEYENDAS DEL DEPARTAMENTO CESAR 


LEYENDA SIRENA ARCINIEGAS 

Cuentan los abuelos que Rosario Arciniegas, era una niña muy linda y caprichosa, nacida en el barrio "Cañaguate" de Valledupar. Acostumbrada a hacer siempre su voluntad, no hizo caso cuando sus padres, fieles a la tradición, le prohibieron que fuera a bañarse a las profundas aguas del pozo de Hurtado en el río Guatapurí, por ser un Jueves Santo, día consagrado a rememorar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. 

Orgullosa y resuelta, Rosario se marchó a escondidas y al llegar al pozo, soltó sus largos cabellos, se quitó la ropa y se lanzó al agua desde las más altas rocas. Eran las dos de la tarde y, no obstante, el cielo se oscureció y cuando Rosario trató de salir de las aguas no pudo.
Un peso enorme en sus piernas le impedía moverse y como pudo llegó a la orilla donde comprobó, horrorizada, que sus extremidades inferiores habían desaparecido y en su lugar había una inmensa cola de pez. Estaba convertida en Sirena. Bien entrada la tarde, su madre, que suponía donde podía estar, salió a buscarla llamándola por toda la orilla del río. Pero nadie respondió.
Enterado todo el pueblo se sumó a la búsqueda de su cádaver creyendo que se había ahogado, pero en la mañana del Viernes Santo al salir el sol apareció sobre la roca desde donde se había lanzado y a la vista de su familia y de todos los que la buscaban, dijo adiós con la cola y se zambulló por última vez. Dicen que desde entonces la ven y oyen su canto los trasnochadores y los que amanecen por la orilla del río.